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martes, 20 de octubre de 2009

- EL ESCAPULARIO DEL SEÑOR DE LOS MILAGROS






Lector, estas son las fotos del premio.
Pero no es un premio cualquiera, no. Esta imagen, que representa al Señor de los Milagros -o sea que representa a Dios Padre- se entrega cada año en la Plaza de Toros de Acho, en Lima Perú.
¿Y sabes tú a quién es otorgado? Se otorga al individuo que mejor asesina, al que mejor mutila, al que mejor corta, al que mejor acuchilla a un ser indefenso e inocente (ver).
...Y se me ocurre una pregunta suelta...¿qué diría Dios por lo que le hacen a una de sus criaturas?
Y pensar que para muchos pobres diablos este es un espectáculo cultural.
Sólo quería dejarte con esta inquietud, querido lector.







- OCTUBRE EN LIMA: MES DE LA MUERTE





Lector y amante de la vida:

Estamos de nuevo en este macabro mes. Mes de tortura, mes de asesinato vil y cobarde a indefensos e inocentes animales, y todo ello en el nombre de Dios.

Ya el año pasado publiqué una entrada expresando mi opinón y cuál es el mejor camino para la erradicación de este repugnante espectáculo.

Hoy vuelvo a tocar el tema porque me parece imprescindible, por ello transcribo íntegramente el artículo del escritor mejicano Eduardo Lamazón, quien expresa de manera irrefutable y contundente el sentir de quienes estamos a favor de la vida.





"No me gustan los toros, las corridas. Siempre sufre y muere el único ser vivo hermoso, inteligente y noble que hay en la plaza.

El toreo sobrevive como una de las prácticas más crueles que hayan creado los hombres para divertirse.

Correr toros para entretenerse, torturarlos, matarlos, sólo puede ser alimento de espíritus paupérrimos, devastados. Es más fácil explicar el porqué de una guerra que la presencia de público en las gradas de la plaza celebrando el dolor y el asesinato.


Es un crimen con todas las agravantes para quienes sostenemos que el animal no humano es sólo otra especie hija de la naturaleza, y que el animal humano ni es superior ni tiene derechos morales defendibles para arrancarle la vida sólo porque puede hacerlo. De hecho no puede hacerlo desde el comportamiento de un ser civilizado, porque el ser civilizado se conduce como se lo dictan su educación y deberes para con los demás y para con el universo que lo contiene, y no usa la potencialidad "poder" como sinónimo de aptitud para la barbarie. Puedo matar un niño. No lo hago por formación, no porque me amenacen con la cárcel.

Nada ha cambiado para esta humanidad bárbara que hace veinte siglos asistía al circo romano y hoy va a las corridas de toros. Cuando el hombre es silvestre se divierte con inmoralidades y las justifica: "la raza de lidia es criada para la muerte en la plaza", o "no sobreviviría la raza si no fuera por las corridas". ¡Pues que se extinga! ¡Qué carambas le importa al toro torturado asegurarse de tener hijos, nietos o compadres!


Los toreros gozan de la impunidad que les da la descomposición de sociedades en permanente agonía, conducidas por ígnaros o sicópatas, y no me digan que exagero, o múestrenme en la geografía del poder dónde hay un estadista, que no encuentro ninguno.

Las reuniones taurinas son alegría para unos pocos insensibles al dolor animal y son angustiado sufrimiento para muchos seres piadosos y pensantes que quedan en el mundo. Lástima que los más, los mejores, los incruentos, deban asistir impotentes al cataclismo de vesania, de barbarie, de estulticia.

Cada quien se divierte como puede, en consonancia con su grado de formación y sus estados de conciencia. El Mochaorejas nunca estuvo en Bellas Artes. Imagínese lo que separa a alguien que goza con María Callas cantando Fidelio de otro que se regodea con la masacre de un ser sintiente en la plaza umbría.

En España, en México, en Francia, en Perú, al crimen algunos le llaman tradición, a pesar de estar documentado que el 80, 85 % de la población de los propios países taurinos rechaza la torpe fiesta. Las autoridades son siempre sordas y mudas. ¿Qué otra cosa que el negocio infame que hay detrás podría explicarlo?

Hace poco tiempo la ciudad de Granollers, cercana a Barcelona, se declaró "amiga de los animales" y prohibió las corridas de toros, tras lo cual el alcalde del lugar, Josep Mayoral, recibió un alud de críticas por el anuncio. ¿De quiénes podían provenir tales críticas? ¿De seres humanos elevados, sensibles, educados, capaces de rechazar el dolor y la barbarie, de respetar todas las formas de vida y de condolerse con los seres más débiles? Seguramente no.


A los que defendemos a los animales nos llaman locos, porque a quién diablos le puede importar el sufrimiento de un toro. A mí al revés, me es incomprensible la microscópica pequeñez de las mentes de esos forajidos que persiguen a un animal indefenso, provocando en los observadores más que asombro por su ignorancia, miedo, por recordarnos de lo que son capaces.

Cientos de especies desaparecen cada día de la faz de la tierra, y a los que respetamos a los animales y a la naturaleza nos llaman locos. ¡Locos ellos!, ¡locos los crueles!, ¡locos los depredadores!... El derecho que les asiste es ninguno. Son enemigos de la convivencia. La tolerancia que reclaman es la que podría desear un violador para someter a sus víctimas sin ser perseguido. Son fatuos, desalmados, sanguinarios.

Y los que llevan a sus hijos de siete, de ocho años, a ver desangrarse un toro hasta morir, rodeado de la burlona carcajada cínica de la masa acéfala... ¿tendrán cara para esperar mañana que sean hombres morigerados, de buenos sentimientos, buenos hijos, solidarios, comedidos?

La mucha o poca esperanza de redención para el mundo reside en los buenos hombres, los de corazones cultivados y magnánimos... Los que cambian siempre la muerte por la vida, la destrucción por la creación, los que participan de la humanidad sin servirse de ella.

Es necesario no sentir el dolor ajeno como ajeno. Hay que sentir el dolor ajeno como propio, como fórmula para vivir en un mundo mejor. ¿Es tan difícil de entender? Eticamente son aceptables todas las actividades humanas que no dañan a un tercero, aunque sea un animal.

No hay palabra más triste que la palabra torero".



miércoles, 14 de octubre de 2009

- LOS NIÑOS: ¿DICEN SIEMPRE LA VERDAD?






Esto ocurrió hace poco, y en mi entorno familiar.

Día: un lunes cualquiera, siete de la noche más o menos. Llega mi cuñado a su casa luego de un día de trabajo normal, y encuentra a su pequeña de tres años
-mi sobrina- con marcas de arañazo en su carita. Cuando él le preguntó, entre sorprendido y ofuscado, quién la arañó, ella respondió sin dudar:

Cucho me arañó...

(Cucho es el más sociable de mis gatos, y a quien le encanta estar alrededor de las visitas para que le acaricien las orejas y le rasquen la panza).

Mi cuñado sabía muy bien que era imposible que mi gato hubiera sido el causante de esos arañones, por dos sencillos motivos:

1) Mi hermana y familia no habían estado de visita por mi casa hacía semanas, y
2) cuando están de visita no le quitan el ojo de encima a su pequeña.

Poco después llega mi hermana a su casa y luego de sobreponerse a la sorpresa, repite la misma pregunta, que quién fue el que te arañó la carita. Y la respuesta sigue siendo la misma:

...el gato Cucho me arañó...

La situación se puso ya complicada cuando los abuelos paternos -los suegros- intervienen en el asunto:

- ¡¡Cómo es posible que ese gato (...)!!

- ¡¡Cómo dejan que ese gato (...)!!!

Como ves, a estas alturas de las circunstancias, ya se había instalado un Tribunal del Santo Oficio, el cual - basándose en las obvias evidencias (el indudable arañazo en el rostro y en el incuestionable testimonio de la pequeña víctima)- ya había juzgado, sentenciado y condenado a mi gato Cucho, y quién sabe a qué pena o castigo.



Cuchito

Ante la amorosa y paciente insistencia de mi hermana y mi cuñado, amén de la promesa de que ni papi ni mami se iban a molestar ni la iban a castigar por decir la verdad, la pequeña finalmente confesó:


- Matías me arañó ... (en el Nido).


El resto de la historia no tiene relevancia para este capítulo, pero el episodio me sirve para formular varias preguntas y sacar algunas conclusiones.

- ¿Qué hubiera ocurrido en otro contexto familiar ante la insistencia del pequeño de la casa de culpar -como en este caso- al gato por sus marcas en la cara o alguna otra parte de su cuerpecito?

- ¿Cuál habría sido el destino del animal injustamente acusado?:

- ¿Habría sido "perdonado"?

- ¿Habría sido castigado?

- ¿Habría sido regalado?

- ¿Habría sido arrojado a la calle?

- ¿Habría sido matado? o simplemente...¿se habrían olvidado del asunto?

- ¿Cuántos casos como éste se producen a diario sin que lleguemos a enterarnos?

- ¿Hay que creer en lo primero que dice un niño porque "los niños nunca mienten"?

- ¿El testimonio de un niño es prueba suficiente para condenar a un animal o persona?

- Cuando los niños interactúan con un animal, ya sea en casa, en la calle o en cualquier otro lugar ¿son los padres lo suficientemente responsables como para supervisar esta interacción TODO EL TIEMPO?



CONCLUSIONES


- Como ocurrió con los abuelos de esta historia, la mayoría de la gente se deja llevar por sus emociones en vez de usar la razón y el sentido común para llegar a la verdad.

- En casos como éstos averigua, indaga, usa tu lógica, echa a andar tu sentido común (que en estos tiempos es el menos común de los sentidos).

- Hay que supervisar la interacción animal-niño TODO EL TIEMPO.




- Y por último, pero no menos cierto...


...LOS NIÑOS NO SIEMPRE DICEN LA VERDAD.


jueves, 8 de octubre de 2009

- UNA VISITA AL CEMENTERIO




Buenos Aires. Cementerio de la Recoleta.

"Por un lado la vida, por el otro la muerte. Bares, restaurantes, parques florecientes, feria de artesanos, risas de la gente. La muerte los mira silenciosamente, paz del cementerio, del lado de enfrente. Detrás de sus muros reposa el valiente, poetas, deportistas, varios presidentes, atrapa el misterio de jóvenes niñas, de historias de amor y bellas durmientes. Angeles custodian sus sueños truncados, reposan espadas que tanto han luchado, laureles coronan las glorias logradas palmas de maritirio, lágrimas amargas. Un ancla pretende afirmarse en la tierra, ignora el misterio que la muerte encierra y un Cristo que observa con dulce mirada bendice a quien llega a su eterna morada."

Mientras visitábamos sus avenidas, recorríamos sus pasillos, contemplábamos maravillados los antiguos mausoleos, las hermosas criptas, las increíbles esculturas, sentíamos una presencia perenne, constante, permanente: nos sentíamos observados en todo momento.

Y no es que el cementerio estuviera lleno de gente. Todo lo contrario, prácticamente estaba desierto a esa hora de la tarde de un día de semana cualquiera. A medida que avanzábamos en nuestro recorrido y nos dirigíamos hacia el lugar donde reposa el personaje más famoso del lugar, tuve la certeza de que había “algo” allí.
De pronto, y entre las piedras y lápidas, y en una fracción de segundo lo vimos: una sombra fugaz ¿o acaso un fantasma?...noooo qué va!!!!. En ese instante nos detuvimos para “resetear” nuestros lógicos cerebros: ok se supone que aparte de nosotros, todos los demás están descansando en sus tumbas…¿o no? Luego de tomar aire y convencernos de que todo era una jugarreta de nuestras mentes, proseguimos nuestro recorrido. Lo que sucedió a continuación no podía deberse a nuestra imaginación: mientras nos detuvimos para admirar un mausoleo…lo escuchamos…
Era un sonido algo parecido a un gemido, un quejido, una voz muy aguda que provenía de aquella tumba. Pero había algo extraño en aquella voz, sonaba familiar... y muy familiar, por cierto.
Luego de reconocer aquella vocecilla, y de sonreír aliviados, lo llamé. Sabía que estaba detrás de aquella vetusta y mohosa lápida. De pronto, y como reconociendo el tono amigable de mi voz, sale de su modorra: nos mira con cara de sueño, estira sus patitas, entrecerrando sus ojillos para que no lo ciegue la luz del sol, mientras da un largo bostezo.

Era un gato.
















Luego de aquel ritual se acerca a nosotros y nos ofrece su cabeza para que se la acariciemos.


Y es que este cementerio es morada de decenas de gatos, y constituyen la otra gran atracción de este lugar. Los hay de todos los tamaños y colores. Puedes ver y acariciar a Canelo (foto), este cruzado de pelo largo y frondoso. Puedes ver también a la hembra tricolor, más grande que un schnauzer, y descansando plácidamente junto a la tumba de Evita...





...o tal vez puedes ver al cenizo de pelo corto y con cara de nomolestenquetengosueño, en fin...La lista sigue y sigue.Todos ellos están en buena forma. Pude preguntar a una de las encargadas acerca de su cuidado y mantenimiento. Me dijo que todos tienen un nombre, se les vacuna periódicamente, se les desparasita. Y lo principal: están esterilizados. Hay varias señoras voluntarias que, como ella, se turnan para llevarles alimento diariamente y proveerles agua fresca.












Lo que los gatos tienen muy en claro es que éste SU lugar, su hogar: les pertenece, y nos permiten a los humanos invadirlo diariamente. Uno puede notar el mágico efecto que tienen estos animalitos sobre los visitantes. Mientras uno pasea por el cementerio, puede comprobar que las compungidas "caras de velorio" de los concurrentes se transforman al instante en rostros iluminados por la alegría, por el simple hecho de ver y acariciar a estos simpáticos moradores:


Ellos nos recuerdan la maravilla de la vida en medio del dolor y la incertidumbre de la muerte.











domingo, 4 de octubre de 2009

- GRACIAS A LA VIDA








Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio dos luceros que cuando los abro
Perfecto distingo lo negro del blanco
Y en el alto cielo su fondo estrellado
Y en las multitudes el hombre que yo amo

Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado el oído que en todo su ancho
Graba noche y día grillos y canarios
Martirios, turbinas, ladridos, chubascos
Y la voz tan tierna de mi bien amado

Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado el sonido y el abecedario
Con él, las palabras que pienso y declaro
Madre, amigo, hermano
Y luz alumbrando la ruta del alma
del que estoy amando

Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado la marcha de mis pies cansados
Con ellos anduve ciudades y charcos
Playas y desiertos, montañas y llanos
Y la casa tuya, tu calle y tu patio

Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio el corazón que agita su marco
Cuando miro el fruto del cerebro humano
Cuando miro el bueno tan lejos del malo
Cuando miro el fondo de tus ojos claros

Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto
Así yo distingo dicha de quebranto
Los dos materiales que forman mi canto
Y el canto de ustedes que es el mismo canto
Y el canto de todos que es mi propio canto

Gracias a la vida, gracias a la vida

Aydée Mercedes Sosa
(1935 - 2009)