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martes, 24 de marzo de 2009

- UN HOTEL COMO ALBERGUE



Era una empresaria entregada al rubro del entretenimiento. Pero ha sido la desgracia ajena la que en forma de circunstancias, ha convertido a la incansable Cecilia Chávez en benefactora de animales silvestres, que pese a erigirse como patrimonio natural de la nación, se encuentran en franco proceso de extinción. Pelejos, monos, tucanes y osos de anteojos componen ahora parte del universo que puebla espacios originalmente destinados al alojamiento y recero de turistas y familas en busca de diversión.


En la selva donde reina la ignorancia y no la ley del más salvaje, se cree por ejemplo, que un pelejo (una especie de "perezoso") le causa el retardo mental a un niño cuando una madre embarazada se da de bruces con la magnífica pereza del ser silvestre que ni se entera de la idiotez. Porque no hay otra forma de llamar a esa creencia que sostiene que para contravenir el sortilegio, se debe dar muerte al animalito y librar al feto de su desventura cognitiva.



Consecuencia: menos escuelas en el monte, menos fauna habitando las frondosidades verdes donde el mundo acaba.Cecilia Chávez, propietaria de los ahora dos establecimientos que tiene la Granja Villa en los conos norte y sur de la capital, compró hace cosa de ocho años el hotel que Entur Perú puso en remate en la zona picante de Tingo María. Remozó el albergue esperando a que dejen de silbar las balas entre el follaje y llegaran de una vez los turistas prestos a adentrarse en el mágico misterio que depara la selva amazónica. Pero quienes llegaron fueron los hombres del Inrena, que de tanto deambular no encontraron mejor casa y refugio que estas paredes levantadas para agasajar al asombro.


Una casa, no para ellos –funcionarios estatales a fin de cuentas, operarios del Instituto Nacional de Recursos Naturales, la historia de siempre, mal pagados, incomprendidos, sin más recursos que sus siglas-, sino una guarida para los osos andinos, tan deplorados en nuestras tierras y cuya conservación, sin embargo, es razón de ciclos, conferencias y congresos de estirpe internacional que buscan repoblar los territorios y devolverles la subsistencia del modo más contundente posible. “El oso de anteojos es frutero y maicero por eso los chacreros los matan, porque se meten con sus cosechas, con sus alimentos. Pero nada se hace para protegerlos de nosotros, los otros animales”, cuenta Cecilia.




EL ÚLTIMO REFUGIO
En menos de un año el Hotel de Turistas de Tingo María se convirtió en un centro de rescate que ha tenido que replantear sus instalaciones, no como jaulas, sino como hábitat apropiado para una especie que no sólo está abandonada a su suerte: sus condiciones en cautiverio ponen en riesgo su adaptación a un espacio silvestre devastado por el avance de los cultivos, el desarrollo de las ciudades y caminos, amén del desorden que impera en esa zona tupida de Huánuco. “Hemos tenido que traer especialistas que han sabido mantener las dietas y rutinas de estos animales, que de no ser rescatados estarían en zoológicos particulares, circos de mala muerte y despedazados en chacras de la zona”, asegura la empresaria.




Historias tristes que empiezan, para citar nomás, en esos tugurios que operan impunemente al lado del Mercado Central de Lima, en la cuadra 5 del jirón Ayacucho, donde hacinados mueren y venden mascotas y a la vez especies silvestres. Algunos de esos sobrevivientes son los 200 pihuichos que embutidos en una jaula de 60 por 60 centímetros fueron interceptados por la policía ecológica y derivaron en un proceso que los puso a salvo en un aviario que Cecilia ha levantado en la Granja Villa Norte, donde los bullangueros pajaritos comparten terreno con la única piscina con olas de Lima y la solitaria montaña rusa acuática que se haya levantado por esta desértica villa.




Pues en ese tránsito se encuentran los locales de Lima. Tanto en la Granja Villa Sur como en la del norte, se han dispuesto áreas que comparten terreno con los cerdos, gallos, conejos y cabras que habitualmente moran en la sede. Debido a la afluencia de especies rescatadas del inmisericorde tráfico de animales exóticos, es que la Granja Villa de pronto tiene en sus dos sedes sendos “monarios” (?) donde se curan de todas sus heridas los cuchocientos monos choro que son comercializados en el país. Algunos se rescatan de hogares que ya no saben qué hacer con ellos cuando el juego de la mascota no tiene más cuerda que darle, y a veces de los traficantes que sin rubor alguno depredan la selva.

AVE CECILIA
Tiene que ver con esas historias que en silencia trasladan guacamayos con alas rotas, tucanes con el pico torcido, loritos bañados en aceite y embutidos en tubos de PVC (plástico) donde sólo salen vivos porque hay milagros que también son para los animales. Salvajismo en su máxima expresión que sólo se justifica en los míseros soles (sol: unidad monetaria peruana) de los que se valen almas miserables incapaces de la compasión.
Cecilia cuenta que en sus albergues privilegia la protección del animal, porque en su desconocimiento e incondicional entrega a la televisión, los niños saben más de los osos panda que sus parientes de anteojos. Creen que un pelejo es pariente del koala. Y asumen que el loro es lo mismo que guacamayo.




“A usted le importan más los animales que los niños”, rezonga la señora que empuja el cochecito y que saca la cuenta de tanta dieta especializada. Semilla de girasol para los monos, jugo reconstituyente para los monos, naranja y sandía para los tucanes. “Los niños tienen organizaciones, instituciones, gente que se preocupa por ellos. En cambio, ¿quién se preocupa de estos animalitos?”, musita Cecilia a modo de respuesta a la intolerancia de la doña que se ha ido mesas allende a despacharse un cuarto de pollo.

Y mientras todo lima se adorna de canarios, el Perú en silencia exporta toneladas de tángaras, avecillas primorosas, que peruanísimas como el gallito de las rocas, llevan sobre su pecho incandescentes siete colores que pintan el alma de la patria. “¿Quién lo conoce?”, pregunta Cecilia, y nuevamente se responde. “Nadie”. La riqueza del Perú a espaldas de su propia gente. Como si esa selva de salvajes se hubiese instalado en el cemento, y abandonado la naturaleza a la oscuridad y el abandono. Como quien roba el día al mundo.






(El texto íntegro pertenece al Sr. Wilson Agustín, revista Somos del diario El Comercio 22 marzo 2009)


6 comentarios:

Miyita dijo...

Si no nos conocemos como vamos a querernos, sin tener ni la menor idea de lo que tenemos es imposible resguardar, cuidar, menos aùn proteger. Encomiable lo de Cecilia, felicitaciones para el Sr. Agustìn, y para todos los que puedan dar a conocer un poco nuestra fauna y flora.
En alguna radio por internet decìa yo que tenemos que amarnos y la forma de hacerlo es conociendonos y reconociendonos, entendiendonos, perdonandonos, ¿y si se hace extensivo al pais entero?. Jesùs decìa: ama a los demàs como a tì mismo, que razòn tenìa ¿no?, primero debo saber quien y como soy, amarme tal cual, luego podrè amar a mi vecino, amar a mi ciudad, amar a mi pais. Hay que dar a conocer a todos quienes somos y como somos a todo nivel.
Gracias por hacernos pensar querido Dr.
(donde bajaste black bird???, tenìa mucha mùsica en mi màquina y la perdì junto con muchas cosas por un problemilla del vista, tuvieron que formatear en fin...por fa me encantarìa tener el tema).

Anónimo dijo...

Hola Doctor G

Si pues falta mas concientización y respeto por los animales silvestres, hay mucho por hacer!!

tenemos una fauna increible y no la cuidamos ni respetamos, porque no se le conoce

gracias por compartirnos este articulo

mis mejores vibras para ti

un abrazo
GRESA

≈♦ Mi Sentir ♦≈ dijo...

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BUENAS NOCHES MI CIELO HERMOSO BLOGER, ESPERO DISFRUTES DE ESTE DOMINGO , SALUDOS PARA TI..

Lafrau dijo...

Este sentimiento de afecto por los animales es lindo. tefelicito.. y te leo.

Anónimo dijo...

****** Doctor G ******

Dichoso tu, que socorres al indefenso

Gresa

la granja villa dijo...

muchas gracias por tan lindo reportaje :)