Esta es la imagen de dos seres que comparten la inocencia aunque
ninguno de ellos lo sepa. En uno se quedará para siempre y el otro la
perderá.
Es esa misma inocencia la que no le permite al animal
envidiar la libertad al otro lado de la jaula ni a la niňa descubrir el
sufrimiento más allá del cristal pero tal vez, sólo tal vez, una duda
del último asome levemente en ella..
Tal incertidumbre, de darse, se irá de su cabeza cuando lo haga la ingenuidad de su corazón para transformarse
en ignorancia o desprecio aunque a veces, también sólo a veces se
queda, se queda y crece hasta convertirse en certeza, en dolor, en rabia
y lucha.
Si eso ocurre habrá nacido una animalista
Esta es la imagen de la aberración que, como todo hijo del egoísmo y de
la crueldad es hipócrita y se conjuga con los verbos divertir y educar.
Cada forma de violencia legal posee su coartada léxica pero no esperes
que el diccionario te sirva si llamas torturador a un torero o asesino a
un cazador. Los violentos suelen ser mucho más susceptibles para el
vocabulario que se emplea con ellos que para las heridas y la muerte que
ellos causan.
Esta es la imagen de cuando una mirada que lo
expresa todo se cruza con otra que es incapaz de entenderla, de ahí que
la que no comprende crea leer felicidad donde no hay más que tristeza.
Es tan fácil engaňar a un niňo.
Esta es la imagen fugaz de un
puente precioso e inútil de candidez e impotencia que se construye en un
segundo y se desmorona en un minuto al darse la vuelta el libre para
alejarse, camino de la jaula del siguiente, y quedarse el preso en el
mismo sitio, inmóvil, mirando cómo se va y a la espera de alguno igual
al otro lado del cristal. No guardará reproche el que permanece ni
remordimiento la que se marcha. ¿Cómo va a haberlos si en ninguno de los
dos hay culpa?
Fuera de la imagen pero muy cerca están los
carceleros del cuerpo y del alma que se denominan cuidadores, no son los
verdaderos culpables pero forman parte de la maquinaria. Y más cerca
todavía los ladrones de la empatía, llamados padres. Estos sí lo son.
Que tanto unos como otros quieren no hay duda, pero el amor no siempre
garantiza el bien del amado, únicamente asegura la tranquilidad de
conciencia del que ama.
Esta imagen es el horror que se anuncia
en las guías de ocio y para el que se dejan vales descuento llenos de
colores y de sonrisas de animal a la altura justa de las manos
infantiles. Nada más sencillo que repartir caramelos envenenados entre
críos, sobre todo si cuando los chupan son otros los que mueren. Pero
eso no lo sabrán.
Porque en un zoológico todos los animales y todos los niños son inocentes. Y víctimas también.
"Lo que en el criminal no es sensible, es el crimen. Lo que en el inocente no es sensible, es la inocencia". (Simone Weil)
-Texto: Julio Ortega -